El cochecito Leré

Ayer me tocó conducir un coche y digo me tocó porque no me gusta conducir y me hubiese escaqueado de haber podido. Pero el trabajo es el trabajo y cuando aporté el carnet de conducir tipo B sabía que este día podía llegar.

Hacía tres años y medio que no pisaba un acelerador (creo, es posible que sean cuatro y medio) y aunque tengo el carnet casi diez años reconozco que soy muy mal conductor. Sobre todo porque me falta práctica, a base de conducir en moto la llevo mejor y voy más cómodo con ellas. Quién me iba a decir a mí que llevaría mejor la moto que el coche aquél día cuando casi hago una nueva ventana con mi cabeza en el baño del circuito de prácticas de la autoescuela. Por la práctica a la soltura cuando no a la perfección.

Conducir un coche tiene para mí el problema del tamaño, como los cojo de lustro en lustro no calculo bien el ancho, no se si paso por los huecos o si me da tiempo a meterme en los sitios. El tráfico murciano y la incompetencia de un gran número de conductores tampoco ayuda. Como es normal el día que dice uno de conducir llueve y el limpiaparabrisas sirve de poco, menos mal que fue un chispeo que no trajo consecuencias. Conducción segura, dejando pasar ante la duda, eligiendo huecos grandes, controlando la distancia de seguridad y con una velocidad moderada pero sin estorbar dieron sus frutos y puedo decir con cierto orgullo que he sobrevivido sin golpe, roce, pitada, queja o malestar alguno a unos viente kilómetros de conducción urbana. Y no me da miedo volver a hacerlo pero es una «experiencia lenteja», puedo vivir sin ellas.