Cuando los seres humanos llegaron a América (entendida como Estados Unidos y Canada) llevaron sus ritos y creencias. Los primeros habitantes que dieron lugar a las tribus originarias llegaron durante la edad de piedra, adoraban a espíritus totémicos, fuerzas de la naturaleza y espíritus mitad humanos mitad bestias. Los primeros vikingos llevaron a Odín, a Thor, y a otros. Los ingleses, holandeses, y otros colonos, llevaron a los Leprechaums, los elfos y otras criaturas. Los esclavos traídos de África y Asia trajeron, asimismo, sus ritos, sus dioses y sus miedos. La América de hoy ya no recuerda a esos dioses, adora la televisión, adora el dinero, adora el poder. Los nuevos dioses americanos se afianzan y los viejos deben preparase para desaparecer.
Sombra es un recluso. Cumple tres años de condena por un atraco a un banco y está a punto de salir de prisión. Allí se reunirá con su mujer, Laura, y su mejor amigo, Roberto. Le espera una vida normal, un matrimonio feliz y un trabajo en el gimnasio de su amigo. Pero uno de los viejos dioses, Wednesday, tiene planes para él. Planes que llevarán a Sombra a lugares comunes habitados por seres extraordinarios. Planes para iniciar una batalla, la última, contra los nuevos dioses.
«American Gods» es un libro sorprendente. No puedo ser imparcial porque me ha gustado mucho. La trama, la ambientación, los personajes, el final, todo. Neil Gaiman hila una historia que te atrae desde el principio, que te anima a seguir en el viaje, a leer otro capitulo para descubrir un poco más de la trama. Si os gusta este tipo de historias hacéis mal en no leerlo.
Otro libro leído gracias a la Biblioteca Regional.
28 marzo 2007
25 marzo 2007
Dias de cine
Ayer tocaba ponerse al día con la cultura que viene en fotogramas.
Primero al cine, al Rex, a ver 300. Menudo timo. Una cosa es que en Hollywood no queden musas para inspirar guiones, otra que se dediquen a convertir todos los libros, cortos y tebeos que pillan, y una tercera que se carguen lo más sencillo y masticado. El tebeo de 300 es directo, es simple, está bien hecho. La película, por algún oscuro motivo, incluye más historia que el tebeo. Una trama política con la reina que aburre y no aporta nada. Un elenco de monstruos sacados de algún videojuego que tampoco aportan nada. Y una historia padre-hijo que tan sólo sirve para quitarle interés a la historia de los guerreros espartanos recios, fuertes e insensibles. Y por debajo de todo esto varios alegatos a la libertad, lo mala que es la esclavitud y la necesidad de oponerse con una guerra a los tiranos. Al final se pierde toda la esencia de la obra original y la película se convierte en una sucesión de momentos aburridos y momentos absurdos.
Luego en casa, gracias a la magia del DVD y de los videoclubs, vi Casino Royale. La última película basada en un libro de James Bond. Esta nueva versión del amigo James nos presenta un agente secreto que acaba de obtener el doble cero y que se diferencia de sus predecesores es más ira que sofisticación. Se pierden los gestos más clásicos: el Aston Martin, el Martini, el Don Perignon del 46, etc. Supongo que la idea es actualizar el personaje a los tiempos modernos pero para mí, que no soy fan de la serie, fracasa. Éste James Bond es un chapucero que se dejar pillar unas seis o siete veces al cometer fallos garrafales. No parece tener el conocimiento ni las habilidades de sus predecesores y está más cerca de un matón que del agente que todo el mundo conoce. La película, además, pierde la esencia de la saga, el único gadget que sale es un teléfono móvil con GPS, no hay persecución motorizada, ni un plan malvado, ni chica Bond, ni siquiera ese humor británico que caracteriza a James. Nada de nada. Por no haber no hay ni mucha acción.
Luego la gente se pregunta por qué prefiero leer libros.
Primero al cine, al Rex, a ver 300. Menudo timo. Una cosa es que en Hollywood no queden musas para inspirar guiones, otra que se dediquen a convertir todos los libros, cortos y tebeos que pillan, y una tercera que se carguen lo más sencillo y masticado. El tebeo de 300 es directo, es simple, está bien hecho. La película, por algún oscuro motivo, incluye más historia que el tebeo. Una trama política con la reina que aburre y no aporta nada. Un elenco de monstruos sacados de algún videojuego que tampoco aportan nada. Y una historia padre-hijo que tan sólo sirve para quitarle interés a la historia de los guerreros espartanos recios, fuertes e insensibles. Y por debajo de todo esto varios alegatos a la libertad, lo mala que es la esclavitud y la necesidad de oponerse con una guerra a los tiranos. Al final se pierde toda la esencia de la obra original y la película se convierte en una sucesión de momentos aburridos y momentos absurdos.
Luego en casa, gracias a la magia del DVD y de los videoclubs, vi Casino Royale. La última película basada en un libro de James Bond. Esta nueva versión del amigo James nos presenta un agente secreto que acaba de obtener el doble cero y que se diferencia de sus predecesores es más ira que sofisticación. Se pierden los gestos más clásicos: el Aston Martin, el Martini, el Don Perignon del 46, etc. Supongo que la idea es actualizar el personaje a los tiempos modernos pero para mí, que no soy fan de la serie, fracasa. Éste James Bond es un chapucero que se dejar pillar unas seis o siete veces al cometer fallos garrafales. No parece tener el conocimiento ni las habilidades de sus predecesores y está más cerca de un matón que del agente que todo el mundo conoce. La película, además, pierde la esencia de la saga, el único gadget que sale es un teléfono móvil con GPS, no hay persecución motorizada, ni un plan malvado, ni chica Bond, ni siquiera ese humor británico que caracteriza a James. Nada de nada. Por no haber no hay ni mucha acción.
Luego la gente se pregunta por qué prefiero leer libros.
18 marzo 2007
La charla informal
Me he encontrado con un manual, en inglés, para convertirse en un caballero. Está en AskMen.com y cubre todos los tópicos. Desde no escupir hasta ayudar a sentarse a las mujeres. Echándole un ojo he llegado a una parte que me ha parecido interesante, la charla informal (small talk). La charla informal es una de mis graves carencias sociales, me aburre, me molesta y me preocupa. Soy consciente de que es educada, útil y fácil, pero no me sale. No soy capaz de andar preguntando por la familia, por cómo ha ido el día, y todas esas cosas. Me parece que me estoy metiendo donde no debo, en un terreno privado. Si alguien me quiere contar algo me lo contará, pienso. Y me equivoco. Por otra parte se me olvidan los detalles. Si alguien me cuenta un problema se me queda grabado, le doy vueltas intentando dar una solución, un consejo, un punto de vista, durante semanas o meses. Pero si me cuentan un detalle normal, como el número de hermanos o a qué se dedican, se me olvida casi al instante. Y para los nombres soy terrible, sobre todo para los nombres de mujeres.
Sin embargo la conversación más profunda me encanta. Me gusta conocer las ideas de la gente sobre temas más profundos. Incluso las opiniones profundas sobre temas ligeros. Me ayuda a conocer a la gente, a crear una imagen mental que es la que guardo.
Desgraciadamente el artículo solo me dice lo que yo ya sabía. Nada nuevo en el horizonte del varón con problemas para iniciar una conversación con propios y extraños.
Sin embargo la conversación más profunda me encanta. Me gusta conocer las ideas de la gente sobre temas más profundos. Incluso las opiniones profundas sobre temas ligeros. Me ayuda a conocer a la gente, a crear una imagen mental que es la que guardo.
Desgraciadamente el artículo solo me dice lo que yo ya sabía. Nada nuevo en el horizonte del varón con problemas para iniciar una conversación con propios y extraños.
16 marzo 2007
En caso de bomba
Situación real:
Llegan unos envíos a la empresa y la persona encargada los va preparando cuando suena lo que identifican rápidamente como un teléfono móvil. Proviene de uno de los envíos y acto seguido saltan todas las alarmas: «¿Será una bomba?», «Que ahora las mandan con un teléfono y las hacen explotar donde y cuando quieren.» Lástima que sean alarmas españolas y del inicial sobresalto por el ruido se pasa a la broma y a la chanza: «Mira a ver si lo manda un tal Iván», «¿Quién va a mandar una bomba aquí?», «Nada, eso no es nada, como si no lo oyeseis (dijo el jefe que tiene el despacho en otra planta del edificio)» Etc... Horas más tarde llego yo, último mono de la monería, y me encuentro el tinglado.
No soy de naturaleza nervioso, no me asomo al balcón cuando suena la alarma de un coche y no he salido corriendo cuando, por accidente, ha sonado la alarma contra incendios de un edificio. Pero es que yo no tengo coche y todos creemos que estamos lo bastante cerca de la puerta como para correr si olemos humo. Pero una bomba es una cosa seria, no hay advertencia y está a la orden del día. Y no digo que llegado el caso haya que movilizar a los TEDAX o llamar a la policía, no se que haría en esa situación. Pero en mi empresa hay unos vigilantes y tenemos una máquina de esas de rayos, como las de los aeropuertos, edificios oficiales, etc... Y no hay que hacer nada más que llamar al señor vigilante y decirle «oye, esto suena (o parece sospechoso, o lo que sea) ¿Podrías escanearlo para que nos quedemos tranquilos?» Y ya está, eso es lo que yo hice, y no era nada y nos quedamos, me quedé, mas tranquilos.
No me extraña que haya tantos muertos por imprudencias. País.
Llegan unos envíos a la empresa y la persona encargada los va preparando cuando suena lo que identifican rápidamente como un teléfono móvil. Proviene de uno de los envíos y acto seguido saltan todas las alarmas: «¿Será una bomba?», «Que ahora las mandan con un teléfono y las hacen explotar donde y cuando quieren.» Lástima que sean alarmas españolas y del inicial sobresalto por el ruido se pasa a la broma y a la chanza: «Mira a ver si lo manda un tal Iván», «¿Quién va a mandar una bomba aquí?», «Nada, eso no es nada, como si no lo oyeseis (dijo el jefe que tiene el despacho en otra planta del edificio)» Etc... Horas más tarde llego yo, último mono de la monería, y me encuentro el tinglado.
No soy de naturaleza nervioso, no me asomo al balcón cuando suena la alarma de un coche y no he salido corriendo cuando, por accidente, ha sonado la alarma contra incendios de un edificio. Pero es que yo no tengo coche y todos creemos que estamos lo bastante cerca de la puerta como para correr si olemos humo. Pero una bomba es una cosa seria, no hay advertencia y está a la orden del día. Y no digo que llegado el caso haya que movilizar a los TEDAX o llamar a la policía, no se que haría en esa situación. Pero en mi empresa hay unos vigilantes y tenemos una máquina de esas de rayos, como las de los aeropuertos, edificios oficiales, etc... Y no hay que hacer nada más que llamar al señor vigilante y decirle «oye, esto suena (o parece sospechoso, o lo que sea) ¿Podrías escanearlo para que nos quedemos tranquilos?» Y ya está, eso es lo que yo hice, y no era nada y nos quedamos, me quedé, mas tranquilos.
No me extraña que haya tantos muertos por imprudencias. País.
11 marzo 2007
Accediendo a un contrato indefinido
Allá por Julio del año pasado la empresa para la que trabajo decidió realizar una prueba teórica de acceso a un puesto fijo. La puntuación de esta prueba más la que teníamos en ese momento en la bolsa de trabajos configuraría una lista para obtener un contrato indefinido con la empresa. Como las oposiciones pero en una empresa privada, sin ser funcionarios ni nada de eso. Eso fue en Julio, en Noviembre siete personas fueron llamadas para firmar el contrato (en la provincia de Murcia), el resto no sabíamos que nota teníamos. En Diciembre lo hicieron otras tres, si mal no recuerdo, y el resto seguíamos sin saber la puntuación ni el orden que teníamos. Era una situación incómoda porque al no saber la puntuación ni el orden no te puedes hacer una idea de las posibilidades reales que tienes de acceder al puesto de trabajo. La semana pasada, creo recordar que el miércoles por la noche, salieron unas listas, las terceras desde el examen. Son tres listas y yo estoy el número cuatro en unas y el ocho en otras. En las terceras no salgo ya que el máximo eran dos por persona.
Está todo en el aire pero si hacemos caso a lo que se dice y aplicamos la particular lógica de mi empresa puedo deciros que:
Está todo en el aire pero si hacemos caso a lo que se dice y aplicamos la particular lógica de mi empresa puedo deciros que:
- A poco que haya cuatro plazas vacantes (calculo más de diez) alcanzaré la famosa fijeza -contrato indefinido- en la empresa.
- Esto puede ocurrir en un par de meses si todo funciona como debiera.
- El puesto más cercano está a unos cuarenta o cincuenta kilómetros de mi casa, lo más lejos es la provincia, no me puedo salir de la misma. O lo que es lo mismo, me tocaría emanciparme.
- A bote pronto tengo el mejor examen de la provincia. De los puntuados es el mejor, con 79 aciertos sobre 97. Queda mucha gente que no sabe su nota pero si hubiese alguien con más de 79 tendría que tener muy pocos puntos en la bolsa de trabajo para no haber entrado en la lista. No me sirve de nada pero si no se demuestra lo contrario está será una de esas batallitas que contaré cuando sea viejo.
El diablo viste de prada
Dicen que hace unos años hubo una huelga de guionistas en Hollywood, creo que ahora mismo hay otra. De guionistas o de musas, no lo se, pero faltan ideas. De un tiempo a esta parte el número de películas basadas en libros, tebeos, videojuegos o historias reales es asombrosa. A mí me viene bien porque me descubre cosas que de otra manera a lo mejor no hubiese descubierto. Este es el caso que nos ocupa, «El diablo viste de Prada». Vi el trailer de la película y me pareció interesante, a caballo entre una comedia y una reflexión. Decidí leer el libro porque prefiero ir a la fuente, siempre está uno a tiempo de ver la película. La he visto y es una de esas películas que se parecen vagamente al libro. Casi diría que son dos historias distintas.
En el libro de Lauren Weisberger la protagonista, Andrea Sachs, nos contará en primera persona las peripecias como ayudante de Miranda Priestly, la directora de la revista de moda Runway. Trabajar para Miranda es trabajar contra los elementos, sus peticiones siempre son imposibles, sus caprichos inaccesibles y la misma rutina con ella es desesperante. Quiere el café en su mesa al llegar, pero no tiene hora fija de llegada, por lo que hay que bajar cada quince minutos a por un café nuevo. Te encarga que le busques "Esa cómoda que vi ayer y que me gustó tanto", sin más indicaciones y sin poder preguntar. No es el trabajo ideal y menos si, como a Andrea, no te interesa la moda y estás únicamente aquí para poder seguir tu carrera como periodista. Sobrevivir a un año con Miranda será como estar cinco años en cualquier otra revista, y una recomendación de ella te abrirá todas las puertas. El problema es que Miranda parece no dormir y no le importa llamar a cualquier hora del día, de cualquier día, a su ayudante para encargarle cualquier cosa. Un trabajo tan absorbente acaba por destruir la vida privada de Andrea, la relación con sus padres, con su mejor amiga y con su novio. Sin embargo le da contactos con el mundo editorial y la acerca a su sueño. Solo que su sueño de triunfar como Miranda puede traer aparejado estar sola, como Miranda, y Andrea no sabe cuál es la opción que más le conviene.
La contraportada del libro dice que es hilarante, y la crítica dice que es una comedia. Quizá sea una crítica irónica al mundo de la moda o de las revistas pero yo no me he reído. Tiene quizá un poco más de drama, dado que ves como la vida de Andrea se desmorona pero no sabes qué debe hacer. Si aguantar un poco más o mandarlo todo a tomar viento. También es que yo esperaba una jefa más como el diablo, en lugar de una simple maniática. Como la novela está tratada desde la perspectiva única de Andrea no podemos conocer los pensamientos y personalidad del resto de personajes y eso no siempre es bueno. Lo califico de regular, no aburre pero tampoco engancha, al menos a mí.
Otro libro leído gracias a la Biblioteca Regional de Murcia.
En el libro de Lauren Weisberger la protagonista, Andrea Sachs, nos contará en primera persona las peripecias como ayudante de Miranda Priestly, la directora de la revista de moda Runway. Trabajar para Miranda es trabajar contra los elementos, sus peticiones siempre son imposibles, sus caprichos inaccesibles y la misma rutina con ella es desesperante. Quiere el café en su mesa al llegar, pero no tiene hora fija de llegada, por lo que hay que bajar cada quince minutos a por un café nuevo. Te encarga que le busques "Esa cómoda que vi ayer y que me gustó tanto", sin más indicaciones y sin poder preguntar. No es el trabajo ideal y menos si, como a Andrea, no te interesa la moda y estás únicamente aquí para poder seguir tu carrera como periodista. Sobrevivir a un año con Miranda será como estar cinco años en cualquier otra revista, y una recomendación de ella te abrirá todas las puertas. El problema es que Miranda parece no dormir y no le importa llamar a cualquier hora del día, de cualquier día, a su ayudante para encargarle cualquier cosa. Un trabajo tan absorbente acaba por destruir la vida privada de Andrea, la relación con sus padres, con su mejor amiga y con su novio. Sin embargo le da contactos con el mundo editorial y la acerca a su sueño. Solo que su sueño de triunfar como Miranda puede traer aparejado estar sola, como Miranda, y Andrea no sabe cuál es la opción que más le conviene.
La contraportada del libro dice que es hilarante, y la crítica dice que es una comedia. Quizá sea una crítica irónica al mundo de la moda o de las revistas pero yo no me he reído. Tiene quizá un poco más de drama, dado que ves como la vida de Andrea se desmorona pero no sabes qué debe hacer. Si aguantar un poco más o mandarlo todo a tomar viento. También es que yo esperaba una jefa más como el diablo, en lugar de una simple maniática. Como la novela está tratada desde la perspectiva única de Andrea no podemos conocer los pensamientos y personalidad del resto de personajes y eso no siempre es bueno. Lo califico de regular, no aburre pero tampoco engancha, al menos a mí.
Otro libro leído gracias a la Biblioteca Regional de Murcia.
05 marzo 2007
Lupas nuevas
Después de una revisión ocular y de la no esperada, pero si notada, pérdida de visión, me compré unas gafas nuevas. He constatado en esta experiencia varias cosas:
Estás son las más viejas que he encontrado en casa, supongo que habrá más pero no las voy a buscar todas.
Las siguientes, muy parecidas, cuando el mundo todavía fabricaba el modelo que me gusta.
La primera decepción, más pequeñas y finas. Dicen que el adorno dorado en las patillas es de viejos, será por eso que todos los estilistas-frustrados-metidos-a-ópticos me recomiendan otros modelos. Para comprar este modelo tuve que esquivar uno tricolor (marrón, verde y rojo) muy moderno.
Un rayo de esperanza, si los pantalones de campana volvieron pueden volver mis gafas de antaño. Estas también incluyen el adorno dorado.
Después de una espantada en una óptica donde no tienen un pelo de tonto ni un modelo de gafas que me gustasen topé con estás. Estaban al fondo de un cajón sorpresa con gafas azules, negras y demasiado delgadas. Algún lumbrera ha decidido que las gafas tienen que ser como las teles, panorámicas. Tuvieron que recurrir a un catálogo de otro año para decirme el precio, va a ser cierto que ya no se fabrican las gafas que yo quiero.
- Que el colegio de ópticos ofrece unos cursos de estilismo que todo dependiente de "gafería" ha recibido. No soporto la manía de pretender cambiar el modelo de gafas a un señor que ya lleva más de veinte años detrás de unos cristales. Sabe lo que le gusta y lo que quiere, no me lo mareen.
- Que las gafas constan, básicamente de dos partes, los cristales que corregirán el defecto de la vista y la montura, cuya única función en sostener los cristales. Algún listo ha decidido que lo que sostiene, el cacho de plástico fundido en molde sin control, es más caro que los cristales, los plásticos fundidos en molde con un control exhaustivo.
- Que en España todo sigue funcionando por recomendación, lo que está bien cuando vas recomendado pero desde una perspectiva general es un asco.
- Que cuando voy a comprar gafas acompañado de una mujer acabo discutiendo.
Estás son las más viejas que he encontrado en casa, supongo que habrá más pero no las voy a buscar todas.
Las siguientes, muy parecidas, cuando el mundo todavía fabricaba el modelo que me gusta.
La primera decepción, más pequeñas y finas. Dicen que el adorno dorado en las patillas es de viejos, será por eso que todos los estilistas-frustrados-metidos-a-ópticos me recomiendan otros modelos. Para comprar este modelo tuve que esquivar uno tricolor (marrón, verde y rojo) muy moderno.
Un rayo de esperanza, si los pantalones de campana volvieron pueden volver mis gafas de antaño. Estas también incluyen el adorno dorado.
Después de una espantada en una óptica donde no tienen un pelo de tonto ni un modelo de gafas que me gustasen topé con estás. Estaban al fondo de un cajón sorpresa con gafas azules, negras y demasiado delgadas. Algún lumbrera ha decidido que las gafas tienen que ser como las teles, panorámicas. Tuvieron que recurrir a un catálogo de otro año para decirme el precio, va a ser cierto que ya no se fabrican las gafas que yo quiero.
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