Después de dos mil quinientos kilómetros puedo decir algunas cosas sobre coches.
Se beben el sueldo de uno y parte del de al lado. Ciento sesenta euros de combustible, noventa de la plaza de aparcamiento, ciento veinte de seguro. Trescientos setenta euros de gastos fijos, todos los meses. Sin contar las revisiones, reparaciones, impuestos, lavado y otros gastos.
Yo necesité siete oportunidades para sacarme el práctico del coche pero alguno ha debido necesitar siete jamones. Que una cosa es confundir las luces de posición con las de cruce, o no utilizar las luces. Que una cosa es no comprender el complejo proceso cognitivo que requiere tomar una rotonda. Que una cosa es no llevar intermitentes. Pero no entiendo a que viene ponerse detrás de mi coche, a un palmo, cuando circulo por el carril de la derecha en una vía de tres carriles, a la velocidad que marca la vía, y darme destellos con las largas para que corra más. Adelántame, que tienes dos carriles extra, y déjame tranquilo.
Puedo decir que para algunos el reto es bajar el Puerto de la Cadena pisando el acelerador a fondo y clavando el freno al llegar a cada curva (para no estamparse, claro). Para mí lo bonito es bajar el puerto de la cadena sin tocar el freno y sin pasarse de velocidad, simplemente reteniendo el coche. Sin pasar de dos mil quinientas revoluciones, claro. Me gusta saber que si me fallan los frenos en el coche yo me voy a dar cuenta cuando llegue a Murcia y no en una pendiente del 8%.
Se vive mejor sin necesitar un coche.
1 comentario:
Amén
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