Siempre he pensado que la gente deseaba jubilarse por darle un descanso físico al cuerpo. Es razonable que treinta años de trabajo dejen una profunda huella y también es razonable pensar que conforme se acerca la edad de la jubilación más se ansía ésta. Pero desde que trabajo en serio, o medio en serio, me doy cuenta de que muchísima gente aspira a jubilarse antes incluso de haberse cansado. Y no es que se diga de broma, es que de verdad se desea la jubilación. La semana pasada dí un paso más hacia la verdad en este escabroso problema: No es el cansancio físico sino el agotamiento mental lo que nos hace aborrecer el trabajo.
No es un problema de trabajar mucho con la materia gris, que nadie se confunda, se trata, simplemente, de ver como esa materia gris queda constreñida en una madeja de empleos que podrían ser desarrollados por monos amaestrados y que son dirigidos por monos sin amaestrar. No es que el cerebro se sienta abrumado ante la inmensidad del problema, es que se da cuenta de que el problema, con todo lo pequeño y fácil que es, no tiene solución. Como decía Sartre, «el infierno son los demás».
Todo esto viene a cuenta de como la empresa ha llevado el asunto de mi cese. Yo estaba cubriendo una vacante por excedencia del titular y sabía que aquello se acababa, no ha sido la finalización del contrato lo que ha enfadado. También se que el titular para incorporarse tiene que pedirlo con una antelación mínima de quince días, tiempo que tiene la empresa para notificarme a mí el cese. Sin embargo el cese se me notificó de manera oficial el mismo día que cesé, el viernes pasado, la primera en la frente. La empresa demuestra así que no tiene interés alguno en mi vida privada, le da igual si yo tengo que hacer planes para el fin de semana, para una semana vista o si tengo que aceptar alguna otra oferta de trabajo. Saberlo de antemano no hace desaparecer el daño.
Cuando mi jefe me da el cese, el viernes a las 7:30 de la mañana (hora de entrada) me dice que lo firme. Le digo que lo firmaré y subiré a Recursos Humanos tan pronto como lo revise con mi representante sindical. Fue decirlo y desatarse la pasmosa ira de los dioses, pasmosa porque el jefe tenía cara de pasmo, como si aquello de "representante sindical" fuera una blasfemia. En menos de cinco minutos entre él y un testigo firmaron que me negaba a rubricar el cese y lo subieron a RR.HH. Y entonces descubres que tu jefe, el que te dice "Echame una mano con esto que si no me tengo que quedar hasta las tantas" tampoco se preocupa de tu vida privada, ni de tus planes, ni de tus intereses laborales. La segunda en la frente.
Comentando esto con representantes de los dos sindicatos mayoritarios de la empresa (estoy afiliado a uno) me explicaron la que voy a catalogar de tercera en la frente: Si denuncio ganaré, llevo razón, pero me puedo olvidar de volver a trabajar en la empresa. Y ya no es el hecho lo que me duele, no se trata de trabajar como hace cincuenta años, cuando no había democracia, no había derechos y los sindicalistas eran unos señores con rabo y tridente a las ordenes del demonio comunista. Lo que duele es que los sindicatos, los que están aquí para erradicar esos comportamientos, lo digan tan convencidos y tan tranquilos como si te comentaran que tienes derecho a una pausa de veinte minutos. Como si «el que demande a la lista negra» fuera parte del convenio colectivo. Creo que a los sindicatos tampoco les intereso, ni mi vida, ni mis derechos laborales.
Así que aquí estoy, con menos de treinta años y deseando salir de esta maquinaria rota que nadie quiere reparar. A nadie le importa si los piñones machacan a un eventual de vez en cuando, a nadie le importan sus derechos o los de los demás. A partir de ahora tendré que decir como esos compañeros jóvenes que desean jubilarse: «me engañareis en el sueldo pero no en el trabajo». Espero acordarme la próxima vez que la empresa y los que no se interesan por mí me pidan un favor "para no tener que quedarme hasta tarde".
3 comentarios:
Es difícil verse en una situación así, casi 30 años y sin empleo fijo (gracias a nuestros políticos democráticos), pero, como bien dices, más difícil es acudir a quien te debe defender y proteger y que te cuenten que es lo que hay: o lo tomas o lo dejas, como las lentejas.
Te queda la opcion del "marujo",osea buscate a una chica que te quiera y tenga trabajo.Si tiene mucho dinero pues mejor.
Ánimo!!
realmente lo que te ha pasado se define como una putada! De las de toda la vida y de las que creo seguiran pasandonos siempre.
El mundo esta así de divertido...
y habitualmente te encuentras con personas que tienen comportamientos injustos e irrespetuosos contigo. Personas que casualente te exigen una actitud responsable y justa con ellos.
Joder si es que es para descojonarse...
tomes la decisión que tomes (demandar o no) ánimo y a la vez que tramites la denuncia enviales tu curriculum añadiendo experiencia en pleitos ;-)
Suerte!
Un abrazo desde Bilbao,
Ander
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