Entre el jueves y el viernes limpié un rincón de mi habitación que venía a ser el vertedero de papel de los últimos lustros. Dos carros de esos de la compra, de los de ir al mercado, llenos de papel a rebosar. Apuntes, manuales, papeles en general de hace quince años para acá. Y eso que no me he querido meter con los libros. Tengo, así a ojo, todos los libros de la etapa escolar y del bachillerato.
Me doy cuenta de que tenemos, en general la gente que conozco, una capacidad asombrosa para acumular trastos. Con la excusa del «por si acaso» almacenamos apuntes de hace diez años, material de otros tantos, pequeñas piezas de bricolage y otros utensilios que no vamos a usar pero que guardamos, almacenamos, por si acaso algún día nos hacen falta. Apuntes, como ya he dicho, de materias que nunca volveremos a cursar, ni ninguna parecida. Y no hablo de apuntes bien hechos, hablo de esos garabatos cutres que no sirven para nada, incompletos, confusos e inconexos. Para cualquier duda siempre podremos recurrir a un libro o a Internet. Material de asignaturas como dibujo, plástica o pretecnología. Como si fuésemos a volver a pintar con los Carioca (pasmoso, una caja que tengo sin usar una década y siguen pintando) o con las ceras. Raro me ha parecido no encontrarme ningún trozo de arcilla.
Todo eso y mucho más ha ido a parar a los distintos contenedores de reciclado, he hecho hueco y espero haber contribuido a salvar algún árbol. Algunas de las cosas que he encontrado las pondré a disposición del público antes de tirarlas, quizá alguien las aproveche. Y otras van a pasar por un proceso de selección que acabará con más de una a la basura. No quiero volver a iniciar la rueda de los trastos, quiero vivir con menos lastre, quiero tener huecos disponibles o posesiones útiles pero no trastos viejos, que dificultan mi expansión (cuántas cosas dejamos de comprar porque no tenemos sitio) y que solo sirven para coger polvo.
Me pregunto si esta limpieza ha sido un reflejo consciente de un deseo subconsciente. Quizá mi mente también necesita desechar un montón de cosas que tan solo me sirven de lastre. Los famosos miedos, inseguridades y demás familia.
1 comentario:
Dicen que el orden externo conlleva un reflejo del orden interior, pero, a veces, demasiado orden externo puede suponer un miedo interno al desorden emocional, a la pérdida del control de las situaciones.
De momento, el ordenar ese rincón te ha dado espacio físico para guardar otras cosas que quizá tenías desordenadas. Lo de ordenar ya tu yo interno es cosa tuya.
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