Pero vamos a ponernos un momento en la piel de los terroristas. Supongamos, por ejemplo, que somos un grupo de jóvenes que queremos que el gobierno nos garantice ese derecho a la vivienda y sobre todo que ponga los medios contra la especulación urbanística. Podemos comprobar que treinta años de democracia y la pluridad electoral no han servido de nada. Casi todos, por no decir todos, los partidos políticos tienen algo que tapar. La vía democrática de votar al mejor no es viable, dado que ningún partido político parece honrado. Así que decidimos -recuerdo que esto es un ejemplo hipotético- lanzarnos a la calle. Comienzan las manifestaciones, las concentraciones, las recogidas de firmas, etc... El sistema político no tiene fisuras y ninguna de esas manifestaciones de opinión ha tenido efectos en la historia de la democracia moderna española. Así pasamos a un estadio superior, la emprendemos con el gobierno y las administraciones, rompemos mobiliario urbano, hacemos ruido, molestamos todo lo que podemos. Vandalismo. Tarde o temprano las acciones se irán de madre y seremos calificados de terroristas.
Y este gobierno no negocia con terroristas.
Así que, por cometer actos ilegales para reivindicar un derecho, perdemos la posibilidad de obtener ese derecho. El gobierno ya no puede darnos la vivienda, ni frenar la especulación sin que parezca que se rinde al terrorismo o a que lo considera una opción viable para negociar.
Es posible que los terroristas actuales tengan razón en sus reivindicaciones, no en sus métodos, y que el gobierno no pueda recular para no parecer débil. Y llegado este punto la salida del atolladero es bien difícil.
1 comentario:
RESpecto a nuestro particular terrorismo hispano-vasco: no voy a apoyar jamás a los terroristas vascos, pero para entender su reivindicación ponía yo a muchos a estudiar Historia del Derecho de los Pueblos Españoles, a lo mejor los iluminaba un poco.
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