Lo primero que oyó fue el lamento de la niña, una llamada de auxilio que se emitía no en el volumen si no en el tono. Demasiado sutil para la madre que no paraba de recriminar a la niña.
- Deja ya de llorar por el amor de Dios. - Estaba enfadada por el retraso pese a que no iba a ninguna parte en concreto. Aquello era un mero paseo - Es solo un corte.
- Me duele. - Era un gimoteo con las palabras entrecortadas.
La niña se miraba un feo corte en la plante del pie que se había hecho con un cristal que algún energúmeno había dejado en la calle. El cristal había atravesado la suela de las zapatillas playeras y había cortado a la niña.
- ¡Cállate! - La furia se apoderaba de la madre mientras rebuscaba en su bolso algo para taponar la herida. - No es nada.
El hombre se les acercó sin ser oído por encima del tráfico de la calle. Se inclinó al lado de la madre, mirando directamente a la niña. Busco los ojos de la niña y con la voz más amable que pudo entonar comenzó a hablarle.
- Quizás yo pueda ayudarte. - Dijo mientras observaba la pequeña nariz y las dos coletas de pelo negro que enmarcaban la cara, ahora triste, de la niña.
- Disculpe - el tono amargo de la madre lo interrumpió - ¿Quién es usted?
- No nos moleste señora, no nos ayuda. - No dejó de mirar a la niña mientras decía esto a la madre, en un tono mucho menos amable del anterior.
La mujer se quedo callada mientras la niña parpadeaba una vez. Lo miró fijamente antes de tragar saliva y decir - ¿Dejará de dolerme?
- Eso es, no te va a doler más. - Bajó la vista para mirar el corte una vez más, era cosa hecha, tan sólo necesitaba que la madre aguantara callada un poco más.
- ¿Qué me va a hacer?. - La niña parecía asustada por su presencia, estaba claro que sabía que a veces los médicos tienen que hacerte daño para curarte.
- No te preocupes, no te voy a tocar. ¿Cómo te llamas?
- Soy Eva.
- Muy bien Eva, necesito que me mires a los ojos - Apuntó con dos dedos de su mano derecha a su propios ojos - y hagas lo que te diga.
La niña dudaba de aquel extraño de piel morena y ojos oscuros. Parecía haber pasado tiempo en la playa o en la piscina pese a que el buen tiempo apenas hacía un par de días que se había instalado en la ciudad.
- Eva, no me estás mirando. - Tengo que darme prisa, pensó, antes de que la madre se recupere y se ponga a dar gritos.
- Vale. - Dijo la niña.
- Bien, necesito que me mires a los ojos - Pero la niña le miraba las manos y luego se miraba el pie esperando un contacto que suponía inevitable. - ¿Te preocupan mis manos? No te voy a tocar - Se llevó las manos a la cara, colocándolas encima de los ojos, como si quisiera crear una visera.- Fíjate, no las voy a mover de aquí.
La niña miró las manos y bajó directamente a los ojos. Intentó fijarse en los ojos de aquel hombre, ver que había que mirar en ellos, pero sin dejar que las manos se moviesen.
- Quiero que inspires profundamente y aguantes el aire hasta que te haga una pregunta ¿Me has entendido Eva? - La voz seguía siendo amable aunque más firme.
- Sí - Respondió la niña sin dejar de mirar sus ojos.
- Inspira. - Esperó a ver como la niña tomaba aire por la nariz antes de decir - Sin dejar de mirarme los ojos respóndeme ¿Te duele el pie?
- Sí.
- Inspira. - La niña repitió la misma operación con apenas un parpadeo - ¿Te duele el pie?
- Sí.
- Inspira - Una vez más los ojos seguían fijos en los suyos, aguardo un par de segundos más antes de volver a preguntar - ¿Te duele el pie?
- No. - La niña no pudo aguantar la mirada, miró el pie y donde antes tenía un corte y sangraba ahora no había nada, como si nunca hubiera pasado. En aquel mismo momento la madre pareció cobrar vida propia de nuevo
- ¿Cómo lo ha hecho? ¿Qué le ha hecho a mi niña? - Miraba al hombre y al pie de su hija mientras esperaba nerviosa una respuesta racional a lo que creía haber presenciado.
- No la he tocado - respondió el hombre mientras se giraba par continuar su camino. Sabía que había llegado el momento de marcharse de allí, rápida y discretamente.
- ¡Ha sido magia! - La niña se calzó de nuevo y comprobó que podía pisar sin notar nada - ¡Mamá, ha sido magia!
- ¡Cállate! a saber que te ha hecho ese loco. - Una ira fría se iba apoderando de ella, no sabía que hacer, apenas tenía un recuerdo fugaz de todo el momento, aquel tipo podía haber drogado a su hija o haberle hecho algo raro para curarla. Se sentía culpable por haber dejado a su hija en manos de un extraño. Chilló en dirección al hombre que se perdía entre la gente de la calle - ¡Loco! ¡Criminal!
Hay cosas, pensó el hombre antes de dejar de oírla, que no tienen cura. Y continuó su camino consciente de que esa breve distracción le haría llegar tarde a su cita.
4 comentarios:
¿Cuándo cojones te vas a animar a escribir algo bastante más largo? Con un principio y un final. Algo que en el caso de estar escrito en papel, ocupase 20 folios por sus dos caras.
Cuando tu te decidas a postear "de vez en cuando" o le cambies el título al blog por "Cosas que se me ocurren raramente" :D
Por cierto que te voy a dedicar la próxima entrada (pero no va a tener 20 folios ni mucho menos).
Y hablando de los folios, 20 folios por sus dos caras vienen a ser 80 páginas de libro. Jope, ni en mis sueños...
¡¿Qué ni en sueños piensas escribir 80 páginas?!. Lo tuyo no tiene nombre, ¡que desperdicio de talento!
Que no pienso no, que no me veo capaz ni en mis sueños.
Jo, todo el mundo me malinterpreta, voy a tener que poner el blog en inglés :D
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