29 junio 2006

Cambio de destino

Este verano había dos posibilidades básicas en la empresa: seguir como estoy o pasar a un puesto de servicio interior, esto es, sin tener que salir a la calle para realizar mi tarea, todo oficina. Ha pasado lo segundo. Merced a las nuevas listas de contratación el ordenador me ha otorgado dos meses de puesto interior y ya conozco el destino del primer mes (curiosamente la sucursal más lejana a mi casa).

Hasta aquí todo han sido buenas noticias pero en esta empresa siempre termino tocando con lo peor de la sociedad laboral española y esta vez no ha sido la excepción. Si donde estoy ahora me las estoy viendo con los peores usuarios que conozco a partir del lunes me tocará lidiar con un jefe al que voy a catalogar de curioso. Curioso en el sentido de que atrae mi curiosidad que mi futuro jefe me llame para decirme que voy a estar solo en la oficina por la tarde, que lo voy a pasar muy mal y que si me doy de baja por enfermedad no tendré que aceptar el contrato y no me borraran de la lista. Vamos, que me llamó para decirme que renunciara al contrato. Bendita empresa que los jefes llaman a los nuevos para atemorizarlos en lugar de motivarlos, creando recelos y tensiones una semana antes de empezar a trabajar. Y encima para nada porque si renuncio, cosa que no haré, le tocaría otro nuevo, otro, otro, otro y otro y así unos cuarenta más hasta dar con alguien con experiencia.

Pero si el espectáculo ya era bueno llegó el mago e hizo aparecer un tigre. El mismo jefe, al día siguiente de llamarme a mí, llamó a mi padre (que trabaja en la misma empresa) para decirle lo mismo que a mí pero ¡con peores maneras!. Aludiendo que era mejor que renunciase yo a que él me hiciera un parte y me borrasen definitivamente de la lista. La respuesta de mi padre fue, aproximadamente, que me hiciera, sí, el parte, pero indicando exactamente que he llegado nuevo y sin saber y que es por no saber por lo que no me quiere. El futuro jefe, intuyendo la jugada a lo Deep Blue, ha contestado que no tiene obligación ni intención de enseñarme. Y mi padre le ha contraatacado con un «eso también lo haces constar en el parte» y, acorralado, ha dejado caer un «Esperemos que a tu hijo no se le pierda dinero o algún objeto». Os podéis imaginar el enfado de mi padre y que a partir de aquello un servidor piensa contar y puntear todos los objetos y todo el dinero que quede a su cargo. Lo dicho, creando un ambiente de trabajo agradable y distendido donde la persona pueda crecer como trabajadora y, valga la redundancia, como persona.

Esta claro que esta empresa no es el lugar ese donde fabrican los sueños.

1 comentario:

Meg dijo...

Tu nuevo jefe es un tocapelotas jodeor.

Y lleva mucho cuidado, ya te lo he dicho.